Artículo original con el título ‘El por qué de esta sección’, publicado en el número 402 de la revista ‘Siembra‘ en la sección ‘El rincón de los dineros’.

¡Cómo está la vida! ¡Cómo sube todo! ¡Adónde vamos a llegar!

Quien así se expresa no hace sino experimentar el efecto de la inflación. Algo de lo que todos hemos oído hablar, pero que a veces no se acaba de tener claro y se confunde con otros conceptos como por ejemplo el Índice de Precios al Consumo (IPC).

Bueno, en realidad, gran culpa de esta confusión la tienen los propios medios de comunicación que cuando anuncian el dato del IPC lo hacen como si nos estuvieran diciendo cual ha sido la inflación. Y no es lo mismo.

Todos hemos sufrido en nuestras carnes la sensación de que los precios suben mucho más de lo que nos dice el telediario. ‘¿Cómo va a ser que los precios suban un 2% si un café cuesta ya casi euro y medio? Eso es que nos engañan’. ¡La de veces que habré escuchado frases similares a ésta! Y esta incredulidad se debe a dos razones principales desde mi punto de vista.

Cómo medimos la inflación

La primera de ellas tiene que ver con la manera en que medimos las cosas. Cómo no es  posible saber cuánto han subido todos los precios, de todas las cosas y en todos sitios, lo que se hace es una encuesta con una muestra y una serie de productos ‘representativos’. 2 Foto 1 El valor de la inflacion

Es decir; ni se pregunta en todos los establecimientos, ni se pregunta por todos los productos que existen. En realidad se determina una lista de la compra –la famosa cesta– y se calcula cuanto pagamos cada mes por comprar esa lista.

En otras palabras, el incremento medio de los precios de la lista es lo que conocemos como IPC, y es solo una manera de aproximarnos al valor real de la inflación. Ésta, en cambio, es el aumento real de todos y cada uno de los precios de una economía.

El efecto multiplicador del tiempo

La otra razón por la que nos parece que los precios suben mucho más de lo que nos dice el IPC es por el efecto multiplicador del tiempo. Un efecto al que a veces damos mucha menos importancia de la que tiene.

Pensad que el IPC medio en los últimos veinte años ha sido del 2,72%, que visto así no parece gran cosa. Pero lo cierto es que aplicando ese IPC de cada año, el café que nos costaba 0,75€ en el año ’95, tiene que costar 1,30€ en el 2015. No tan lejos de la realidad.

Evidentemente, al ser una media, hay precios que suben más que el IPC y otros que lo hacen menos. Y según los productos que consumamos lo notaremos más o menos.

¿En qué nos afecta todo esto?

Dado que nuestros gastos aumentan una velocidad similar a la de la inflación y nuestros ingresos lo hacen de manera pareja –los salarios suelen revisarse para aplicarles el IPC- no debería afectarnos demasiado.

Otra cosa es cuando hablamos de nuestros ahorros y ahí si que podemos perder poder adquisitivo por el camino.

Estaréis conmigo que lo importante de los ahorros no es el importe que tengamos, sino las cosas que podamos hacer con ese importe. Y si no sacamos más de la inflación, pues estaremos perdiendo dinero cada año. De manera inexorable.

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