Cristina está jubilada. Vive de su pensión de jubilación como médico de la seguridad social y cuenta además con una serie de ahorros fruto del trabajo de toda su vida.

Hace aproximadamente un año vino a verme porque una de sus amigas de la partida semanal le comentó lo tranquila que estaba con la manera en que estábamos llevando sus temas.

La primera vez que nos vimos, Cristina fue muy clara. Tenía dos hijos pero había estado toda su vida trabajando y ahora quería disfrutar un poco. La pensión es suficiente para vivir. Paga las facturas, el alquiler del piso y funciona bien, pero quiere algo más.

Tiene unos ahorros y no se los quiere gastar porque quiere dejarles algo a sus hijos. En ese momento tenía todo en letras del tesoro y en depósitos. Y ni quería gastarse el dinero, ni tampoco lo que le estaba rentando era suficiente como para darse algún capricho.

Estuvimos mirando sus cuentas. Contaba con un patrimonio suficiente como para darle un rendimiento de más de quinientos euros al mes. Pero claro, con lo que sacaba de renta fija, depósitos y cuentas corrientes, no le daba para nada.

Estaba claro, que Cristina no estaba en una edad como para tomar posiciones a largo plazo y ello nos habría hecho descartar de buen inicio la renta variable. A su edad, cualquiera hubiera dicho que necesitaba cosas más tranquilas.

Pero al preguntarle por el objetivo que tenía para con su dinero fue muy clara. Era un dinero que tenía, le había costado mucho conseguirlo y no quería perderlo. Pero su objetivo era que lo heredaran sus hijos. Es decir, disfrutar de lo que pudiera mientras tuviera salud, pero que el grueso quedara para que sus hijos lo pudieran disfrutar.

Y eso cambiaba radicalmente el planteamiento porque Cristina no necesitaba tocar su patrimonio en los próximos cinco o diez años, sino que tan solo necesitaba disponer del rendimiento del mismo.

Y claro, si Cristina no necesita tocar su dinero por el momento, aunque necesita tener una rentabilidad del mismo, pues la respuesta eran una serie de fondos de inversión de clase B que le harían tener revalorizaciones a largo plazo mucho mayores que las que tenía por el momento al tiempo que disponía de una rentabilidad adicional suficiente como para poder disfrutar de sus ahorros.

La selección fue de fondos mixtos y otros basados en empresas con reparto de dividen-dos que reparten dinero de manera periódica.

En concreto le ha repartido cerca de un 4% anual durante este tiempo, lo que le ha permitido, entre otras cosas, irse de vacaciones con el ren-dimiento del fondo. Pero todo ello, además, ha estado acompañado de un incremento en el valor de su patrimonio de un 2,33%, por lo que su no ha sufrido merma alguna a pesar de las bajadas de agosto y septiembre.

En resumen podemos decir que Cristina puede, a pesar de su edad, disfrutar de su dinero sin pensar que lo está dilapidando. Al contrario, si no le sacara rendimiento, tendría que tocar el capital inicial.

Al final será para sus hijos y por ello no ha de pensar en corto plazo. Ello además, le permitirá disfrutarlo durante estos años.

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