Alfonso es una persona muy preparada y muy implicada con su trabajo como Director Comer-cial de una compañía farmacéutica. Tiene tres niños en edad escolar y lo que podríamos deno-minar como una hipoteca King Size (enorme).
Al revisar el texto para darme el ok, me ha pedido que añada que es alto y guapo, cosa que además es cierta. Le llego a la barbilla.
Del análisis que realizamos cuando empezamos a hablar, vimos que le podía aportar soluciones tanto en el ahorro para su jubilación como en el de la universidad de los niños. Y durante la última reunión que habíamos mantenido quedo bastante clara la estructura que íbamos a montar. Pendientes de seleccionar los productos concretos y firmar.
El día de la firma, nada más sentarnos, me lo soltó. ‘Me he quedado en paro’, me dijo. ‘Y ya no puedo ser tu cliente’, añadió.
Resulta que hacía unos meses que había cambiado el director general de su compañía y el nuevo quería montar su propio equipo. Lo que dejó a Alfonso sin trabajo.
Le dije que ni hablar, qué él era mi cliente con trabajo y lo era también en el paro. Precisamente ahora teníamos muchas cosas que hacer.
Lo primero que hicimos fue desestimar las inversiones que teníamos previstas inicialmente, destinando todos los ahorros a productos de tesorería que no tuvieron fluctuaciones, pues íbamos a necesitar disponer de ellos en breve.
Por situaciones así es por lo que siempre me parece muy interesante buscar la mayor liquidez posible. Si Alfonso hubiera tenido sus ahorros en planes de pensiones no habría podido disponer de ellos hasta demasiado tarde.
En segundo lugar procedimos a analizar cuanto tiempo podía subsistir su familia sin variar su nivel de vida, es decir, con los mismos gastos que tenía hasta la fecha. Y eran dos años, cosa que no está nada mal.
Seguidamente comprobamos los gastos de los que podíamos prescindir, concluyendo que podíamos estirar nuestros ahorros durante un año más.
En resumen, hay tres aspectos que me gustaría destacar de esta historia.
El primero es que el análisis que ya habíamos realizado de los gastos de Alfonso nos fue de gran ayuda a la hora de replantear la situación.
El segundo es la importancia de la liquidez para cuando tenemos que hacer frente a situaciones inesperadas. Podemos decir que la liquidez tiene un valor nada despreciable en sí misma.
El tercero, y para mí más importante, es la tran-quilidad con la que Alfonso pudo afrontar la nueva situación tras nuestra reunión.
Él venía pensando que no podría ayudarle y que no podríamos trabajar hasta que no le diera la vuelta la situación y salió con parte de la solución debajo del brazo. O al menos con la tranquilidad necesaria para abordar su problema sin nervios, sin prisas.
Hoy Alfonso es director comercial en una multinacional de gran consumo. Su periplo –en medio de una crisis como la que hemos vivido– duró apenas unos meses. Pero yo estoy conven-cido que gran parte de la serenidad que necesitaba para afrontar este proceso se la dio la tranquilidad de saber que tenía por delante tres años sin que a su familia le faltara nada.